Porque la construcción no es simplemente una industria, sino que crea hogares que proporcionan un bienestar a los que los utilizan. Y si dejamos que las personas se visiten unas a otras para utilizar las cocinas, los aseos o los garajes ajenos, estaremos impidiendo que esas mismas personas contraten, construyan y paguen sus propias obras.
Y sí, es cierto que los propietarios ya pagaron (o siguen pagando) la construcción; pero no es menos cierto que hay otros que la están disfrutando de manera totalmente gratuita. Por tanto, deberíamos prohibir las visitas entre los ciudadanos; el que quiera una casa, que se la pague él.
Es cierto que imponer una medida así sería muy difícil de aplicar en la práctica; para compensarlo, adicionalmente se crearía un canon que pagarían todos los ciudadanos al comprar bicicletas, automóviles o incluso zapatos; porque, si bien es cierto que muchos de ellos los utilizarían para fines totalmente lícitos, no es menos cierto que también habría ciudadanos que utilizarían esos medios con el detestable propósito de desplazarse para disfrutar edificios ajenos.
Ese canon debería ser cobrado y administrado por una sociedad privada ya que, aunque es posible que los albañiles sean los que hacen el trabajo efectivo, no hay que olvidar que esa sociedad tendría antes el cometido de compensar a constructores, arquitectos, inmobiliarias, promotores y otros intermediarios. Y si quedara algo después de eso, también a los albañiles.
A continuación, sería necesario crear una ley contra los editores de planos, callejeros y guías turísticas que puede que no comentan ilegalidades directamente, pero sí facilitan que otros encuentren y se desplacen a esas construcciones que no son suyas y por las que no han pagado.
De cara al futuro, ante la previsión de que todas esas medidas no fueran suficientes, habría que estudiar otras acciones; por ejemplo, controlar todas las viviendas y cobrar el canon a los ciudadanos cada vez que salieran a la calle. No podemos dejar que desaparezca una industria tan importante como la de la construcción.
PS: Este escrito es ficción; cualquier parecido con la realidad es, por supuesto, pura coincidencia. Porque a nadie se le ocurriría algo así, ¿verdad?