Así son los correos que recibo
¿No os pasa lo mismo?
¿No os pasa lo mismo?
Una tira cómica pone de relieve que diseñar interfaces sencillas es, en realidad, un proceso complejo.
Si diseñar interfaces fuera algo trivial, no existirían entonces las inconsistencias de las que hablaba (o, mejor dicho, dibujaba) Mauro Entrialgo en su blog hace ya algunos meses:
Ya véis: diseñar una interfaz no es simplemente poner botones para todas las funcionalidades del aparato, sino que debe tenerse en cuenta el modelo mental del usuario de ese sistema.
¿Y qué es el modelo mental? Pues no, no consiste en imaginarse a Adriana Lima, sino que es la imagen del sistema que tiene el usuario en su cabeza; o, dicho de otro modo, cómo cree que funciona; los problemas vienen cuando el modelo mental no se ajusta al funcionamiento real. Y todo eso teniendo en cuenta que ese modelo no depende únicamente del diseño de la interfaz, sino también de experiencias anteriores.
Por eso, el modelo mental en el caso de la televisión es sencillo y se ajusta a su funcionamiento: “quiero que el volumen esté más alto [o más bajo]: si pulso el botón ‘subir’, subirá el volumen [si pulso el botón ‘bajar’, bajará el volumen]“. Cuando el modelo mental se corresponde con el funcionamiento del sistema, no hay problemas.
En el caso del ascensor la cosa se complica un poco: “quiero ir al piso X: si está por encima, pulso el botón ‘subir’; si está por debajo, pulso el botón ‘bajar’“. Esto obliga al usuario a hacer el (pequeño) esfuerzo mental de traducir el piso al que quiere ir (su verdadera intención) a la acción de subir o bajar. El modelo mental se ajusta bastante bien al funcionamiento del ascensor, en este caso muy reforzado por experiencias anteriores. Pero si nos encontráramos por primera vez ante un panel de botones de un ascensor, ¿tendríamos claro que el botón “bajar” es para ir hacia abajo, y no para que el ascensor baje?
El caso de la calefacción es el más complejo y estoy seguro de que muchos de nosotros nos encontraríamos con problemas ante un mando así. A no ser que tengas experiencias anteriores con sistemas parecidos, el usuario podría aplicar un modelo mental similar al caso de la televisión: “quiero que suba [baje] la temperatura: si activo el sol=calor [nieve=frío], subirá [bajará] la temperatura“. Una interpretación incorrecta que, encima, será difícil de detectar debido a que la respuesta del sistema subiendo o bajando la temperatura no es inmediata.
Lo más llamativo de muchas interfaces poco usables, como esta última, es que detectarlas puede ser más o menos difícil, pero corregirlas puede ser muy sencillo. En la calefacción, como decía el dibujante de Dilbert, sería mucho más sencillo que el usuario simplemente indicara la temperatura que desea, y fuera el sistema el que decidiera si necesita subir o bajar la temperatura.
Alguna noticias de actualidad llegan a ser tan cansinas que mejor no tomárselas demasiado en serio.
En 1972, cuatro de los peores virus de un laboratorio americano que formaban una cepa,
fueron secuenciados por un contagio que no habían cometido.
No tardaron en fugarse de la probeta en la que se encontraban recluidos.
Hoy, buscados todavía por las autoridades sanitarias, sobreviven como enfermedad contagiosa.
Si tiene usted algún problema y se los encuentra, quizás pueda vacunarse…
NOTA 1: recomendable leerlo con esta música de fondo:
NOTA 2: por si alguien (por ejemplo, un viajero en el tiempo recién llegado desde el siglo XIII) no lo identifica…
... pero usar una plaza de toros como hospital nos parece preocupante.
Desconfiad si os envían una cita del hospital que empieza con “6 PACIENTES 6“.
Visto en Google Maps, ¡enlazado desde la propia web del hospital!
Dilbert tiene muy buenas tiras relacionadas con las interfaces de usuario, pero esta me parece la definitiva.
La tradición del amigo invisible nos ha llegado tan de repente, y se ha extendido tan rápidamente, que necesitamos su reglamentación y estandarización antes de que cualquier día lo veamos como causa de una noticia de la sección de sucesos.
Estas fiestas se repartirán miles de regalos de amigo invisible, que a priori es un gran invento, y más en estos tiempos que corren: en vez de devanarte los sesos en esa tarea maldita que es elegir regalos para familiares y amigos (y, lo que es peor, eligiendo cuánto te gastas), el destinatario del regalo y el precio del mismo te vienen asignados por designio divino. ¡Qué alivio!
Pero no nos engañemos, amigos. La tradición del amigo invisible (evolución natural para llegar al pragmatismo desde el misticismo de los Reyes Magos pasando por el consumismo de Santa Claus) tiene sus peligros. La costumbre es tan reciente entre nosotros que muchos de sus aspectos están todavía difusos, y se mueven en un terreno etéreo que reclama a voces una estandarización por parte de ISO o, mejor todavía, un mandato de la ONU para evitar conflictos fraticidas.
Si no dejamos claro el concepto de “regalo del amigo invisible“, podemos encontrarnos con algo como esto.
¿Cómo sería el deporte de la canasta si estuviera más cerca del balompié?
Imposible encontrar un pie de foto que haga justicia a esta imagen
Esto es lo que me he encontrado en mi bandeja de entrada: Serán las cosas de la publicidad del Día del Padre.
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Serán las cosas de la publicidad del Día del Padre.
¿Presenta Pepe Sánchez un programa de TV, o juega Pablo Motos a baloncesto? Si fueran contemporáneos, los actores Danny Kaye y Albert Boadella podrían intercambiar sus personajes sin problema.
¿Presenta Pepe Sánchez un programa de TV, o juega Pablo Motos a baloncesto?
Si fueran contemporáneos, los actores Danny Kaye y Albert Boadella podrían intercambiar sus personajes sin problema.
Los indicios que nos hacen sospechar que el verano termina no son las bajadas de temperaturas, ni la vuelta al cole; el síntoma inequívoco de que llega el otoño es:
Los indicios que nos hacen sospechar que el verano termina no son las bajadas de temperaturas, ni la vuelta al cole; el síntoma inequívoco de que llega el otoño es: