¡Feliz amigo invisible! (o no)

La tradición del amigo invisible nos ha llegado tan de repente, y se ha extendido tan rápidamente, que necesitamos su reglamentación y estandarización antes de que cualquier día lo veamos como causa de una noticia de la sección de sucesos.

Estas fiestas se repartirán miles de regalos de amigo invisible, que a priori es un gran invento, y más en estos tiempos que corren: en vez de devanarte los sesos en esa tarea maldita que es elegir regalos para familiares y amigos (y, lo que es peor, eligiendo cuánto te gastas), el destinatario del regalo y el precio del mismo te vienen asignados por designio divino. ¡Qué alivio!

Pero no nos engañemos, amigos. La tradición del amigo invisible (evolución natural  para llegar al pragmatismo desde el misticismo de los Reyes Magos pasando por el consumismo de Santa Claus) tiene sus peligros. La costumbre es tan reciente entre nosotros que muchos de sus aspectos están todavía difusos, y se mueven en un terreno etéreo que reclama a voces una estandarización por parte de ISO o, mejor todavía, un mandato de la ONU para evitar conflictos fraticidas.

Un regalo 'invisible'Si no dejamos claro el concepto de “regalo del amigo invisible“, podemos encontrarnos con algo como esto.

 

El sorteo y sus reglas

Todo empieza en el momento del sorteo, unas semanas o meses atrás: ¿a quién se incluye en él? ¿Sólo a los presentes en ese momento, a los que estarán en el día de intercambio de presentes, o a una combinación de ambos? Cuidado, porque si hay algo triste en la cena de entrega de obsequios es que tu amigo invisible sea tan invisible que ni siquiera tengas regalo.

Otro asunto serio es el tema de las parejas: ¿deben considerarse un ente único, monolítico? ¿O, por el contrario, respetamos la individualidad de sus partes (valga la expresión) y los consideramos sujetos y objetos separados del regalo? Nótense las implicaciones metafísicas de la elección, ya que considerarlos en conjunto lleva irremediablemente a que el regalo que reciben sea más apropiado para uno de ellos, o bien que sea totalmente inútil para ambos (desengañémonos: no existe un regalo simétricamente perfecto para dos personas). Y, en el otro sentido, es inevitable que sea uno de los miembros de la pareja el que se encargue de comprar ambos regalos. Lo cual nos lleva a otra decisión importante: ¿es aceptable que los miembros de la pareja se hagan regalos entre ellos?

Porque las incompatibilidades y exclusiones en el momento del sorteo son también motivo de polémica. Está claro que no es aceptable hacerse el regalo a uno mismo, pero ¿cómo se procede en ese caso? ¿Se repite todo el sorteo, o sólo a partir de ese punto? Y, lo que es peor, si uno de los participantes no está presente en el momento del sorteo, ¿cómo sabemos que no se ha correspondido onanísticamente a sí mismo como amigo invisible?

El regalo y su precio

Eso sí, la decisión más delicada es, cómo no, la que afecta al bolsillo. A la pregunta “¿cuánto nos gastamos?” suele seguirle un incómodo silencio en el que nadie se atreve a expresar una cifra concreta por miedo a quedar como el fanfarrón o el rata del grupo, en función de que la cantidad sea demasiado elevada o demasiado baja, respectivamente. Aquí nos atrevemos a proponer que se defina una fórmula en la que se incluya el Euribor, el resultado de la declaración del IRPF de los participantes, y el precio del kilo de langostinos (que es una variable económica importantísima, a juzgar por los telediarios de estas fechas en televisión).

Sería importante también definir la elasticidad del precio, ya que una cantidad fija limita excesivamente el conjunto de regalos posibles (sobre todo si se fija un precio de 13,22€).

Y llega el momento, amigos, de hablar de los verdaderos agraciados de esta tradición: los comercios multiprecio de propiedad oriental; “las tiendas de chinos”, para entendernos. ¿Dónde encontraríamos tal variedad de obsequios que parecen especialmente fabricados para la ocasión? La idoneidad del este tipo de comercios es máxima cuando el destinatario de tu regalo es alguien que no te cae especialmente bien.

 La ceremonia de entrega

Llegado el momento culminante del reparto de obsequios, el principal motivo de preocupación es cómo entregarlos sin desvelar su origen; la opción más socorrida es indicar el nombre del destinatario en el regalo y amontonarlos todos, aunque siempre es de gran ayuda la participación de una persona independiente o, en su defecto, de un destacamento de los cascos azules de la ONU.

Imagen de la Guerra Civil NorteamericanaAlgunos historiadores se plantean si la Guerra Civil Norteamericana fue realmente ocasionada por una discusión sobre el amigo invisible.

Si siempre es importante la cara de póquer en el momento de recibir un regalo, más importante aún es, en estos casos, no poner cara de tonto por partida doble: por las características del obsequio, y por ignorar su origen.

Queda, por último, decidir el método de desvelar las asignaciones de amigo invisible: ¿debemos dejarlas ocultas? ¿O deben permitirse las ecuaciones diferenciales y procesos de inteligencia artificia para desvelarlas? En todo caso, recomendamos no utilizar la frase “¿Quién me ha regalado esta m…?” para que el amigo invisible se materialice.

Otros asuntos

No hemos entrado a valorar otras características secundarias del proceso, como es en algunos casos los “regalitos previos” que pueden hacerse anticipando el regalo final. Ante la urgencia de la situación, nuestra propuesta es postponer estas decisiones para la versión 2.0 del estándar.

¡Suerte con tu amigo invisible!

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