Recientemente he terminado de leer “The Emotion Machine“, la última obra de Marvin Minsky; Minsky es considerado uno de los pioneros de la Inteligencia Artificial, y entre sus múltiples logros está, por ejemplo, haber creado el primer simulador de red neuronal. Es un auténtico gurú en la materia (si es que esa palabra puede utilizarse todavía sin connotaciones negativas).
En este libro, Minsky profundiza en un modelo de mente humana que ya había empezado a describir en su obra anterior. Resulta algo paradójico que algunos de los resultados de la Inteligencia Artificial más novedosos hayan sido descripciones de la mente humana y, especialmente, de su funcionamiento. La Inteligencia Artificial necesita y define los procesos mentales para reproducirlos en un ordenador; por tanto su nivel de descripción de esos procesos está en un interesante nivel funcional intermedio entre el nivel de detalle de la neurología y de las estructuras cerebrales, y algunas clasificaciones muy genéricas (y excesivamente simplistas) de la psicología clásica.
No es la primera vez que leo sobre la idea de que la informática consigue resultados verdaderamente importantes en campos a priori ajenos a los ordenadores. Minsky menciona que la informática nos ha dotado de conceptos que permiten describir mejor nuestra mente. Por ejemplo, para él los procesos mentales se pueden clasificar, de modo similar a los lenguajes de programación, en “interpretados” y “compilados”; los primeros se corresponden con habilidades que no tenemos automatizadas y que debemos realizar “paso a paso” (el nivel que tenemos como aprendices), y los segundos podemos realizarlos de un modo automático (como los realiza un experto, de manera casi inconsciente). Como decía Dijkstra, “la informática no trata más sobre ordenadores de lo que la astronomía trata sobre telescopios”.
Un modelo de la mente
Para Minsky, los modelos de mente humana que consisten en estados y procesos individuales son demasiado simples. Cree que es mejor considerar la mente como un conjunto de recursos o capacidades (una “nube”) que pueden activarse en diferentes momentos. Así, los “estados mentales” estarían definidos por el conjunto concreto de recursos que estarían activos en ese momento.
Esos recursos pueden pertenecer a diferentes niveles de elaboración o consciencia, desde las más básicas hasta las más elaboradas. Minsky identifica, al menos, estos seis niveles:
- Reacciones instintivas.
- Reacciones aprendidas.
- Pensamiento deliberado.
- Pensamiento reflexivo.
- Pensamiento auto-reflexivo.
- Reflexión auto-consciente.
Además, la mente incluye unos recursos especiales (que Minksy denomina “críticos” y “selectores”), que identifican condiciones existentes y determinan qué recursos deben activarse en consecuencia. Puede tratarse de recursos innatos (como hambre y sueño mantener el estado físico del cuerpo) o de otros aprendidos (como las diferentes estrategias para afrontar un problema). Sobre esas premisas, Minksy describe e intenta explicar el funcionamiento de diferentes conceptos y temas tan básicos en la psicología como las emociones, la consciencia o el libre albedrío.
Hablando en concreto del libre albedrío, Minsky defiende la postura de que no se trata de alguna capacidad especial de la mente humana, sino que ese es el nombre que le damos a los procesos mentales que, simplemente, no conocemos o no somos capaces de describir (todavía).
Algunas reflexiones
Desde el punto de vista del diseño de interfaces y de la Interacción Persona-Ordenador se insiste en la necesidad de considerar no sólo los aspectos técnicos, sino también los humanos de esa interacción. Pero mientras que la parte “ordenador” de ese binomio está mas definida y trabajada (al fin y al cabo, los ordenadores e interfaces son construcciones humanas), la parte “persona” de esa interacción está relativamente poco explorada. Conocemos y tenemos en cuenta principios psicológicos como las leyes de la Gestalt de la percepción o la ley de Fitts, y hablamos a menudo de los “modelos mentales” de los usuarios.
Sin embargo, no disponemos de un lenguaje o representación más o menos formal para tratar esos modelos mentales del usuario; utilizamos expresiones como “el usuario espera…” o “el usuario cree que…”, pero eso es demasiado genérico y muy subjetivo. Quizás un modelo como el de Minsky podría servirnos para mejorar eso; es posible que, si fuéramos capaces de modelar los estados mentales del usuario en función de esa “nube de recursos” y esos niveles, pudiéramos diseñar una interfaz que responda a ese estado mental.
Algo en esa dirección describe Don Norman en su “Diseño Emocional“, en el que habla de tres niveles de diseño que se corresponden a tres niveles de respuesta humana: visceral, conductista y reflexivo. De algún modo, esa visión de Norman sería un caso particular del modelo de Minsky, reduciéndolo a tres niveles, y al campo concreto del diseño.
Imaginemos un usuario ante una web de comercio electrónico en busca de un determinado producto; ¿podríamos definir su estado mental en función de una serie de recursos activos a diferentes niveles?
- “comprar el producto X” (pensamiento deliberado)
- “comprar en una web que inspire confianza” (pensamiento reflexivo)
- “usar un cuadro de texto y botón para hacer una búsqueda” (reacción aprendida)
- …
Es más; ¿podríamos descubrir algún tipo de técnicas o buenas prácticas para diseñar una interfaz a partir de ese modelo? No cabe duda de que sería un trabajo complejo, pero podría ser una dirección interesante a la hora de crear procesos de diseño de interfaces más eficientes que los actuales, y que incluyan de manera más formal a los usuarios.