No cabe duda de que continuamente utilizamos metáforas en nuestro lenguaje habitual, muchas de ellas de modo inconsciente: alguien está “hecho un toro”, o continuamente “subimos” y “bajamos” ficheros de Internet. Podría parecer que las metáforas no van más allá de un recurso lingüístico útil en determinados ámbitos (lenguaje cotidiano, pedagógico, poético,… ) pero del que hay que prescindir a la hora de expresar el verdadero conocimiento (si es que existe tal cosa).
Por ejemplo, podemos afirmar que el matrimonio es “un acuerdo contractual”, un “juego de equipo”, “una ruleta rusa”, etc. En cualquier caso, serían expresiones que nos ayudan a entender mejor el un concepto abstracto de matrimonio que tenemos en nuestra mente, pero nada más que eso.
Aunque, ¡un momento! ¿Y si resulta que las metáforas no son únicamente una forma de expresión retórica, sino que constituyen la misma base de nuestro conocimiento? ¿Y si resulta que todo nuestro sistema conceptual, el que utilizamos en nuestro día a dia, está estructurado en forma de metáforas? Ese es el argumento fundamental que exponen Lakoff y Johnson en su libro “Metáforas de la vida cotidiana” (en inglés, “Metaphors we live by“), y que viene que ni pintado a este blog.
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