Hace bastante tiempo que tengo en mente una idea para desarrollar una aplicación web y, cuando me decidí por fin a implementarla, elegí Google App Engine, a pesar de que no conocía Python, el único lenguaje que soporta ahora mismo (aunque ha sido una buena excusa para aprender) y a pesar de algunas limitaciones propias de un servicio gratuito y en pruebas.
Al fin y al cabo, esos inconvenientes parecían quedar ampliamente superados por las ventajas de usar la misma infraestructura que usa Google para sus propias aplicaciones: robustez, existencia de un entorno de desarrollo, APIs de gestión de usuarios, de almacenamiento de datos, etc.