También los que tenemos más tendencias científicas que artísticas (vamos, los que somos “de ciencias” más que “de letras”) nos preguntamos de vez en cuando qué se puede considerar arte, y qué no. Sí, (h)el-arte es morirte de frío; el…
También los que tenemos más tendencias científicas que artísticas (vamos, los que somos “de ciencias” más que “de letras”) nos preguntamos de vez en cuando qué se puede considerar arte, y qué no.
Sí, (h)el-arte es morirte de frío; el chiste era inevitable.
Poco discutible es que cosas como el Canon de Pachelbel o El Jardín de las Delicias se puedan considerar obras de arte. Pero existe una zona difusa, sobre todo dentro de lo que se da en llamar “arte moderno”, que alimenta la controversia.
Y es que hechos como que una limpiadora de un museo londinense confunda una supuesta obra de arte con basura y la tire, o que un bromista se cuele en museos de New York y consiga exponer objetos ridículos como si fueran obras de arte sin que nadie se de cuenta en varios días le hacen preguntarse a uno dónde están los límites entre lo ridículo, lo personal y lo artístico.
Hoy, gracias a menéame, he encontrado un ejemplo perfecto de lo que puede considerarse arte; por supuesto, es una apreciación personal (cómo no, tratándose de emociones). El ejemplo puedes verlo aquí:
Me parecen fantásticas; son esculturas en papel, simplemente eso.
El material no puede ser más sencillo: papel y pegamento. Pero la idea es tan original y tan bien realizada que sorprende.
Si os fijáis, el juego entre la escultura y el espacio que dejan en el papel da lugar a interpretaciones; son sombras que al mismo tiempo son el origen de las figuras.
En definitiva, una idea sencilla, bien realizada, original y que te hace pensar para interpretarla. No necesita complicadas explicaciones para entenderla ¿No debería ser siempre así el arte?
El artista se llama Peter Callesen, y puedes ver el resto de su obra aquí.